La transferencia de conocimiento en 2031, por Juan Antonio Muñoz Orellana
Desde que empecé a trabajar en la OTRI, hace ya 16 años, he visto cómo ha ido evolucionando la Transferencia de Conocimiento en muchas universidades españolas. Han cambiado las actividades, la forma de trabajar, los recursos, las herramientas y, sobre todo, la percepción de esta misión de la Universidad por parte de la comunidad universitaria.
También he visto cambios en las estructuras responsables de fomentar esta misión, en sus nombres, en su gobernanza, en su coordinación con otras estructuras implicadas en la transferencia de conocimiento… Pero lo que nunca ha cambiado es el espíritu que hay tras ellas: hacer lo posible para que el resultado de la Investigación se convierta en Innovación, contribuyendo a la mejora de la calidad de vida de las personas y al desarrollo económico.
Soy optimista y estoy convencido de que en pocos años, en nuestro quinto centenario, la Transferencia de Conocimiento de la UGR alcanzará un impacto que estará en consonancia con la enorme calidad de la investigación que realizamos. A día de hoy, la UGR está entre las primeras universidades españolas en cuanto a indicadores de transferencia y somos referentes en muchos aspectos, pero aún tenemos mucho trabajo por hacer.
Habrá que invertir más recursos, continuar con el cambio en nuestra cultura organizacional y afianzar relaciones estratégicas con los cada día más abundantes actores del sistema de innovación, pero vamos en el buen camino.
Se prevé una gran transformación digital, que ya se está realizando y que nos permitirá ser más ágiles en la gestión, visibilizar todo el potencial de transferencia que posee nuestra universidad y utilizarlo para fomentar la hibridación y co-creación entre investigadores.
No obstante, la automatización nunca podrá sustituir al capital humano (y que me permitirán llamar “otreros”, en alusión a las oficinas que se crearon hace 30 años para gestionar y fomentar esta transferencia de resultados de investigación). En ese año 2031, numerosos profesionales trabajaremos formando equipos multidisciplinares e interactivos junto con los investigadores.
Para mí, el papel de un otrero no se limita a la gestión, sino que debe ser parte activa del proceso de valorización y transferencia de conocimiento. Junto con la especialización técnica, uno de nuestros objetivos y obligaciones es conocer en profundidad qué hacemos (y qué sabemos hacer) para poder aprovechar todo su potencial.
Esa implicación, esa interacción, hará que nuestra labor se oriente cada vez más hacia la definición de itinerarios tecnológicos y estrategias personalizadas de transferencia de conocimiento. En algunos casos, además, facilitará la elaboración de planes de explotación que puedan dar lugar a empresas con una base tecnológica sólida, activos bien protegidos, y un nivel de desarrollo tecnológico capaz de atraer inversiones. No hay que esperar al futuro para constatar que estas empresas han contribuido considerablemente a la creación de riqueza y empleo en nuestra ciudad.
Y también será cada vez mayor la interacción con la industria, la innovación abierta. Se incrementará la investigación colaborativa y el contacto informal. Este contacto, fluido y continuo, permitirá orientar la investigación más aplicada hacia los retos tecnológicos y sociales, proporcionando nuevos activos a los agentes económicos generando impactos con alto valor social, fin último de la misión que tenemos como universidad pública.
Para finalizar, me tomo la licencia de parafreasear a Lewis E. Platt: “I wish we knew what we know at UGR”.
Tal vez en 2031 estemos cerca de saberlo… y transferirlo.
Juan Antonio Muñoz Orellana.
Técnico de la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI)
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