Gestión académica: El estudiantado, nuestro epicentro, por José Antonio Verdejo Cobos
Estando próxima la celebración del quinto centenario de la fundación de nuestra Universidad, podemos decir que el paso del tiempo, en lugar de envejecerla, la ha ido moldeando para adaptarla a las demandas de una sociedad profundamente cambiante, ante la que se muestra llena de vida y dinamismo.
La Universidad de Granada ha crecido desde su fundación gracias al acierto y al trabajo colectivo de numerosos hombres y mujeres que la han convertido en un modelo de institución de enseñanza superior ejemplar, como atestigua el lugar que ocupa en los numerosos rankings nacionales e internacionales.
Lejos de la autocomplacencia, debemos seguir avanzado en la modernización y en la transformación de las estructuras, sin olvidar la función de servicio público que prestamos; debemos anticiparnos a los acontecimientos venideros e irnos preparando para un futuro incierto y cada vez más exigente, pues de ello va a depender nuestra propia subsistencia
Durante los últimos años hemos tenido que adecuarnos rápidamente a muchos cambios importantes. Hemos completado, no sin dificultades, un proceso de adaptación de los planes de estudios para ajustarlos al Espacio Europeo de Educación Superior, según la ordenación de las enseñanzas universitarias previstas en el Real Decreto 1393/2007, que culminó en el curso académico 2018/2019.
Todo esto ha traído a nuestra universidad una serie de conceptos no siempre nuevos, pero de cuya existencia no éramos totalmente conscientes. Hablamos por ejemplo de la «temida» permanencia, esa espada de Damocles pendiente sobre el estudiantado. Hablamos también de evaluación continua, de guías docentes, de calendarios con semestres abiertos o cerrados, de calendario académico «adelantado», compensación curricular, convocatorias adicionales y de gracia, procedimiento extraordinario de finalización de estudios, adaptaciones, transferencia de créditos… y así podríamos seguir enumerando procedimientos que hacen de la gestión académica algo cada vez más complejo y difícil de manejar o de entender por los encargados de su gestión.
La Universidad de Granada puede sentirse orgullosa de haber puesto siempre en el epicentro de su acción al estudiantado. Los profundos cambios experimentados en los últimos diez años en la gestión académica han hecho que la modificación de la normativa haya sido rápida, casi vertiginosa, para poder dar respuesta a nuevas exigencias. Unas veces se ha hecho con acierto, otras, con errores, pues su aplicación demostraba la dura realidad de lo legislado y, en ocasiones, la incoherencia de las normas. Por ello, y dando prueba de la importancia de las personas, valga como ejemplo la rápida modificación en normas como las de permanencia, siendo sensibles ante la desesperanza y el desconcierto de los estudiantes que habían llegado al final de su vida universitaria sin poder continuar ni finalizar sus estudios en nuestra Universidad después de años de trabajo y dedicación.
Valga también como ejemplo la política de becas propias que, junto con las Becas del Ministerio de Educación y la novedosa bonificación del 99% de la Junta de Andalucía, permite realizar estudios universitarios aunque se carezca de recursos económicos suficientes, algo muy importante para los alumnos y para sus familias.
Justicia social, solidaridad, igualdad, no discriminación… valores que son el timón que guía la gestión que realizamos cotidianamente.
En los próximos años hay que seguir avanzando en esta línea de acción de forma que nuestra Universidad, además de por su excelencia en investigación, en gestión o en docencia, sea reconocida por sus valores, por poner el énfasis en las personas y en cómo ayudarlas a resolver sus problemas y sus dificultades. La Universidad, además de proporcionar una educación formal y preparar a las mujeres y hombres del mañana para el ejercicio profesional, tiene que ser capaz de inculcar valores a sus estudiantes que estos puedan aplicar después en su vida cotidiana, familiar o profesional.
En esta línea debemos mantenernos firmes, sin titubear, defendiendo una educación superior pública de calidad, comprometida con el medio ambiente, sensible con el diferente, solidaria, preocupada por las personas y sus problemas, participativa, dinámica, que prepare mujeres y hombres críticos, y que permita seguir avanzando y prosperando. Esa es una tarea de todos y en ella la Universidad de Granada ha de contribuir especialmente.
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