9. Universidad anclada en valores

No son buenos tiempos para la Universidad española. Los últimos escándalos sobre irregularidades, en principio acotados en determinadas personas y centros, han situado a la Universidad española en el foco de la opinión pública y la han convertido en arma arrojadiza en la contienda política.

En estos momentos difíciles situemos en el corazón del debate universitario el valor de integridad académica. La Universidad por su misión educativa tiene mayor responsabilidad entre todas las instituciones de actuar sin tacha. La educación va más allá del saber de las disciplinas y supone también educar en valores y educar a ciudadanos y profesionales como personas responsables y con firmes principios éticos. La Universidad es germen de conocimiento y de la innovación científica, pero la ciencia solo avanza desde la búsqueda de la verdad y la exclusión sin paliativos del engaño, el plagio, y la mala praxis. La integridad académica existe cuando quienes formamos esta comunidad trabajamos en la búsqueda del conocimiento de forma honesta y justa, con respeto mutuo, confianza y aceptando la responsabilidad de nuestras acciones tanto como sus consecuencias, cuando priorizamos esos valores y los convertimos en referente que regula nuestras acciones y decisiones de cada día.

En su tarea educativa, la universidad y todos los universitarios -estudiantes, profesores y personal de administración y servicios- debemos ser ejemplares, creando en los campus universitarios un clima de tolerancia cero hacia la deshonestidad académica estamos construyendo un verdadero programa formativo, un currículo no escrito donde no se certifican conocimientos y competencias sino valores y actitudes, desde los que podemos ayudar a la creación de una sociedad más íntegra. De esta forma estaremos contribuyendo a la mejora sustancial del tejido social, y a que la universidad asuma su papel de referente crítico de la sociedad. Solo así podremos restaurar el respeto y el crédito de nuestra institución y la confianza de la sociedad en lo que hacemos. Nuestras escuelas y facultades son y deben ser sedes del aprendizaje en los valores de la integridad, de la honestidad, del respeto al trabajo ajeno y la confianza mutua.

La crisis de la Universidad solo puede afrontarse con lo más valioso que tenemos que son los valores que la constituyen en una institución que ha jugado un papel trascendental en la historia de nuestras sociedades. Los valores de la libertad académica como la base para una investigación independiente y una barrera para cualquier intervención indebida, tanto por parte de gobiernos como de grupos de interés; la autonomía institucional, un requisito previo para aquellas Universidades modernas que actúan con efectividad y eficiencia; y el espíritu crítico y el fomento de la actividad docente e investigadora en un marco de una absoluta libertad y de interacción de las diferentes culturas como factor enriquecedor del conocimiento.

Hay razones para confiar en nuestra institución.  Sus valores son su fortaleza. Su mayor patrimonio, las personas, que en su seno, los trasladan a sus actos cotidianos. Las comunidades académicas se enriquecen cuando sus miembros viven y comparten sus valores fundamentales. La integridad se hace más fuerte dentro de las comunidades académicas cuando las normas se encuentran alineadas con estos valores fundamentales y con el apoyo de sus políticas y procedimientos institucionales. Actuemos con ambición colectiva. Sintámonos orgullosos de la pertenencia a esta institución. Reivindicar esos valores académicos, recuperar la esencia de la misión educativa de la Universidad y ponerla al servicio de la sociedad es la mejor arma para construir nuestro futuro.

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