311+1, por Manuel Montero

Fundada entre 1526 y 1531 –fechas de la iniciativa de Carlos V y de la bula papal que la sancionó- la Universidad de Granada se acerca a los 500 años. Poquísimas instituciones tienen en España semejante antigüedad y continuidad. En realidad, las instituciones universitarias son, después de las eclesiásticas, las que tienen mayor solera. Explican buena parte de nuestro pasado: su mejor parte pues, con sus deficiencias e inevitables lagunas cronológicas en un periodo tan largo, se han encargado durante siglos de la formación superior. Muchas de las personalidades que han forjado nuestra historia han salido de sus aulas. En el caso de la Universidad de Granada, durante casi medio milenio.

Desde su fundación, ha habido en la UGR 311 rectores y una rectora, Pilar Aranda. 311 hombres y una mujer: la desproporción es apabullante y pasarán unos cuantos siglos hasta que deje de ser escandalosa.

Sin embargo, son dígitos a recordar. Primero, porque la propia sucesión de rectores simboliza la continuidad de la Universidad a través de épocas muy diversas, casi toda la historia moderna y contemporánea de España, jugando un papel intelectual preponderante. En segundo lugar, porque nos ha tocado asistir al cambio, la llegada de una mujer a la dirección de la Universidad de Granada, entre las primeras rectoras de las universidades españolas. Quizá se deba a la inercia de una institución tan asentada, pero, en cuestiones como esta, las universidades no suelen estar en primera línea, por mucho que nuestros discursos gusten de resaltar los avances progresistas, que también los hay.

En todo caso, el movimiento se demuestra andando y el paso se dio hace cuatro años de forma natural, sin apelar a cuotas de género. De modo que estamos ya en la nueva época que queda resumido por el 311+1 que titula este artículo, 311 rectores y una rectora. La continuidad y el cambio.

Pilar Aranda se presentaba en 2015 con el lema “conocimiento y compromiso” y el primero era el bagaje que aportaba; el compromiso, la actitud a seguir en su mandato si salía elegida. Efectivamente, han sido ejes de su gestión, junto a la inclusión y al impulso a la presencia pública de la UGR, sin olvidar el desarrollo de institutos interuniversitarios o el reforzamiento de la Biblioteca, integrando nuevos fondos.

No han sido años fáciles para la Universidad –pero uno no recuerda una época que lo haya sido, vivimos una especie de tensión permanente-, entre los apuros económicos, la necesidad de afrontar exigencias formativas cada vez mayores, el cuestionamiento social de algunos títulos universitarios debido a gestiones irresponsables, etc. Si a esto se añaden las dificultades de gestionar una universidad de grandes dimensiones, con amplios compromisos internacionales, varios campus -la UGR es seguramente la única Universidad del mundo que tiene campus en dos continentes-, la tarea puede resultar atractiva, pero también complicada.

De cara a la opinión pública, los resultados vienen avalados por la presencia destacada en los distintos rankings o el prestigio que atrae a estudiantes e investigadores. Para quien conoce los problemas de la gestión universitaria, debe valorarse tanto o más la capacidad de liderazgo en una universidad compleja y diversa. También la presencia pública en una ciudad como Granada, que hoy no puede entenderse sin su Universidad y que requiere una constante apertura universitaria a la sociedad. Se ha producido el incremento de la oferta cultural a la ciudad, además de la reestructuración de la UGR tras la incorporación del campus de la Salud, una labor  necesaria pero compleja. Cabe destacar, además, el papel jugado en las organizaciones nacionales e internacionales en las que está presente la UGR, que resulta imprescindible para mantener el prestigio y el dinamismo de la diversidad.

Ha sido años complicados, en los que el entorno político está viviendo una inestabilidad desconocida en mucho tiempo y serias convulsiones. Debe resaltarse que esta crisis, que afecta las instituciones, no se ha transmitido a la Universidad, a lo que sin duda ha contribuido la prudencia en la gestión y la atención cuidadosa a los problemas universitarios específicos. Ojalá la UGR siga ese camino: ganaríamos todos, los universitarios, la sociedad, la ciudad, la enseñanza…

Catedrático de universidad

Exrector de la Universidad del País Vasco

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